Hoy estamos frente a nuevos desafíos que nos llevan necesariamente a modificar prácticas institucionales que solo han provocado deserción y abandono escolar. La ley de educación establece la obligatoriedad de la escuela secundaria y hay que RESIGNIFICARLA para que recupere el sentido.
Nuestra Institución trabaja para la democratización de la escuela, tarea que no es fácil pero que vamos en ese camino, el camino de lo posible, respetando los proceso de la Instituciones pero convencidos de que la escuela debe construir un proyecto educativo que dé lugar a las diferencias para una sociedad más justa.
A pesar de lo difícil que se hace, ya no podemos pensar mas en la escuela como aquella institución moderna que nos “enlazo” tan bien a todos esos símbolos que aún son tan fuertes a nuestros sentimientos, que nos producen emoción, nos estremecen, como el himno, algunas fechas, pero también a las reglas ortográficas, las tablas de multiplicar y tantas otras cosas que aprendíamos todos por igual. Lo sabemos por que lo vivimos día a día en nuestra práctica.
Quienes trabajamos en instituciones educativas, somos testigos y a veces, protagonistas, de innumerables situaciones que desconocemos, que nos sorprenden, nos desconciertan, nos superan, y también, nos asustan. Problemáticas que durante mucho tiempo eran ajenas al ámbito escolar o incidían indirectamente en la vida institucional, hoy, repercuten directamente en la convivencia y constituyen su principal preocupación.
Ante tanta información, ante una realidad abrumadora, ante discursos contradictorios aunque no tal vez contrapuestos, pero hegemónicos, es bastante difícil pensar en otra escuela, pensar en la construcción de una política educativa con un discurso no hegemónico que incluya y no que excluya, con un contrato social que genere lazos de significados que nos permita sentirnos a todos representados.
No es fácil ver, encontrar, generar, inventar, crear los espacios públicos que no estamos acostumbrados a transitar, pero que sentimos absolutamente necesarios, por que la propia realidad los reclama.
Si la escuela asume esta tarea cumplirá con sus alumnos – niños, adolescentes y jóvenes- su compromiso social en la formación de ciudadanos. Es una tarea compleja, pero es posible y es un desafío que vale la pena aceptar.
Objetivos
El sentido de la escuela son sus alumnos.
Esta escuela se propone como objetivo primordial acompañar a los alumnos en su etapa de formación, respetando el perfil psicosocial evolutivo, para brindarles las herramientas intelectuales y sociales que les permitan analizar la realidad, insertarse en el mundo laboral y/o universitario y desarrollar su proyecto de vida.
Para esto, se deben propiciar ámbitos de encuentro, participación y comunicación entre sus miembros y promover una cultura de estudio y de pensamiento que permita a todos sus integrantes acercarse a los distintos saberes.
Sabemos de la importancia y la complejidad de alcanzar este objetivo y, por eso, consideramos imprescindible contar con la efectiva participación de toda la comunicad educativa. En este caso concreto es un desafío ético y tomamos a Gentili cuando dice: …“En el desafío ético de la formación ciudadana se pone en juego el carácter constitutivamente político de la acción educativa”.[1]
Este fin se desarrollará a partir de experiencias de aprendizajes de valores que implicarán cambios a nivel de las relaciones, a nivel del espacio y del tiempo. Los valores de una vida democrática que nos proponemos son:
- Respeto por la vida, la libertad, la verdad, el bien común, la paz, la solidaridad y la justicia.
- Responsabilidad
- Igualdad
- Confianza
- Compromiso
- Honestidad.
- Tolerancia
De esta manera intentaremos ofrecer aprendizajes significativos que promuevan la relación de la escuela con la comunidad en su conjunto.